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El objetivo principal fijado en esta cumbre es «mantener el aumento de las temperaturas por debajo de los 2ºC con respecto a los niveles preindustriales y perseguir los esfuerzos para limitar el aumento a 1,5ºC». Los países ricos deberán aportar 100.000 millones de dólares para los países más vulnerables al cambio climático. Una cantidad que se revisará en 2025.

Aunque el presidente francés Hollande declaró que es “el primer acuerdo universal de la historia de las negociaciones climáticas”, lo cierto es que hace ya muchas décadas que el problema está sobre la mesa y los diferentes países responsables no habían alcanzado un acuerdo para atajarlo. Tras 20 años de intentos fallidos, en pleno 2015, los diferentes mandatarios admiten ahora que el problema del cambio climático existe y reconocen, ¡por fin!, que el aumento de la temperatura es responsabilidad del hombre.

Ha habido diferentes lecturas por parte de los participantes en la cumbre y de analistas externos. A las palabras de Hollande podemos añadir las de John Kerry, secretario de Estado de EE UU, que señalaba: “Estamos mandando un mensaje clave al mercado global. Movilizar la inversión es  fundamental para una transición a una economía limpia”. Por su parte, el representante chino Xie Zhenhua declaró: “El acuerdo no es perfecto. Pero eso no nos ha impedido dar un paso histórico”.

Si atendemos a otras opiniones relevantes que no vienen del campo de la política, se observa cierta frustración e incluso indignación. Uno de los grandes pioneros en el estudio del cambio climático, James Hansen, ex climatólogo de la NASA, ha declarado con rotundidad que “Estamos ante un fraude y una farsa. El acuerdo es una excusa que tienen los políticos para poder decir: tenemos una meta de dos grados e intentaremos hacerlo mejor cada cinco años”. Él fue uno de los primeros en alertar hace ya más de 30 años de los peligros del calentamiento global.

En la misma línea se expresó el director del Instituto Potsdam de Estudio del Impacto Climático de Alemania, Hans Joachim Schellnhuber: “Nuestra frustración es que los compromisos propuestos por los países para cumplir esa metas son absolutamente insuficientes e inconsistentes. El acuerdo sobre la mesa es un documento entre débil y peligroso, muy alejado de una agenda para salvar la humanidad”.

Por otro lado, Steffen Kallbekken, el director del Centro Internacional de Política del Clima y de la Energía dijo que: “Estamos ante un acuerdo histórico, pero a la meta ambiciosa de la temperatura le faltan los medios ambiciosos para la mitigación”. “Los objetivos no son ambiciosos”, declaró también Kumi Naidoo, director internacional de Greenpeace. En España representantes de organizaciones como Ecologistas en Acción también se han mostrado decepcionados tras el acuerdo.

Vistos todos estos puntos de vista, nos quedamos para terminar con uno que anima a la esperanza. Es el de Ban Ki Moon, secretario general de la ONU: «Es un punto de inflexión decisivo en nuestros esfuerzos comunes para hacer sostenible y próspera la vida de los pueblos, así como la salud del planeta».