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El impuesto pigouviano es algo desconocido por este nombre para consumidores y usuarios en general, aunque muchas empresas y, sobre todo, instituciones públicas, lo conocen muy bien.

Tú también probablemente has oído hablar de él con otros términos como «ecotasa» o «impuesto verde», cuando está ligado a un objetivo medioambiental.

Analizamos qué es un impuesto pigouviano y cómo se relaciona con la protección del medio ambiente.

¿Qué es un impuesto pigouviano?

El término de impuesto pigouviano está puesto en reconocimiento al economista británico Arthur Pigou, que fue quien propuso su aplicación para afrontar externalidades.

Es decir que el impuesto pigouviano es una tasa que se impone en el mercado con el fin de hacer frente a externalidades, tanto si son positivas como negativas, que no se han podido evitar o prever.

Estas externalidades provocan una carga económica adicional a las arcas estatales, que se intenta equilibrar con estos impuestos.

Objetivos del impuesto pigouviano ambiental

Cuando hablamos de impuesto pigouviano ambiental nos referimos a todo aquél destinado a hacer frente a externalidades que afectan al medio ambiente, en este caso de forma negativa.

Se trata así de un tributo que se paga con el fin de hacer frente a los gastos derivados de las acciones de protección ambiental o dirigidos a compensar los daños ocasionados al entorno.

En España recibe muchas veces el nombre de ecotasa, impuesto ecológico o impuesto verde. No obstante, no hablamos de un único impuesto pigouviano ambiental, en la actualidad hay una amplia variedad de tasas relativas a los productos, el consumo, certificados, permisos de emisión, etc.

Pros y contras de este tipo de impuesto

El impuesto pigouviano ambiental representa un compromiso con el medio ambiente, dado que son ingresos destinados exclusivamente a hacer frente a gastos con los que proteger o recuperar un estado óptimo de nuestro entorno.

A largo plazo, es también un incentivo para las empresas a la hora de destinar inversión propia a sostenibilidad, dado que saben que cuanto más se adapten a las medidas ambientales, menos impuestos tendrán que pagar.

También afecta a empresarios y consumidores en el sentido de que les incentiva comportamientos más ecológicos, más concienciados con el medio ambiente, algo que hace unos años no era la tónica habitual.

Cada impuesto pigouviano ambiental también sirve para promover el ahorro energético y el uso de energías renovables, lo que en suma ayuda a que en general consigamos reducir la huella de carbono y a disfrutar de un planeta más sostenible.

¿Tienen desventajas los impuestos pigouvianos? Pues inicialmente sí que presentan algunos inconvenientes, sobre todo a nivel económico.

Estos impuestos están planteados para externalidades imprevisibles o inevitables por la propia evolución de los mercados y de la sociedad en la que vivimos. Esto implica que las empresas deben hace frente a ellos sin haber podido aplicar medidas para evitarlo.

En algunas ocasiones también supone una inversión en procesos de trabajo más sostenibles, que afecta a las cuentas de la compañía.

Sin embargo, a largo plazo los impuestos pigouvianos ambientales protegen el planeta en el que vivimos y nos permite enfocar nuestra sociedad hacia un mundo más sostenible para nosotros y para las futuras generaciones.